Todos tenemos nuestra propia máquina del tiempo, el pasado son los recuerdos y el futuro son sueños.
¿Sabe Dios lo que soy? ¿Lo sé yo? ¿Soy un ángel o un monstruo, un héroe o un villano? ¿Y por qué no puedo ver la diferencia?
sábado, 11 de junio de 2011
Pesadilla antes de irse a acostar
viernes, 10 de junio de 2011
Rezaba. ¿Lo hacía? Él… sólo hablaba. Las rodillas le dolían a causa de su interminable pelea con el suelo. Tenía la mirada gacha y los pensamientos en las nubes.
Quería huirla, hacer desaparecer su fantasma. Por más que cerrase los ojos o ignorase sus palabras, allí estaba ella, incorpórea e imparable, deslizándose por su mente con delicadas pisadas.
Cerró los ojos y pensó más fuerte. Si había alguien ahí arriba, ¿por qué no le ayudaba?
- No te escucha.
Lentamente despegó los parpados. Allí estaba. Sus piernas colgaban del altar de forma descuidada mientras sus manos despellejaban entretenidas una mandarina.
- ¿Cómo lo sabes?
- Ni te escucha a ti ni escucha a nadie. O quizá sí. Quién sabe. Puede que tenga su propio lobby, un grupito de beatos con derecho a conexión directa con el Cielo. Pero, desde luego, tú no estás entre ellos.
- ¿Y eso por qué?
- Porque eres bueno.
Una mañana, mientras desayunaban, su violín comenzó a sonar. Con la mirada, sus dedos lo acariciaban. Las notas llenaron la habitación. Ella se acomodó sobre la encimera y continuó untando su tostada de mantequilla. Llevaba una camisa blanca, arrugada, rozando sus piernas desnudas, aún más pálidas.
La cucharilla paró de golpear las paredes de la taza. La observó.
- ¿Eres real?
Sonrió y clavó el cuchillo en su propio corazón.
Su risa es de cristal. Transparente, afilada y frágil. Podría escucharla durante horas hasta que voz se quebrase y los pedazos de ese paraíso etéreo desgarrasen dolorosamente el velo que ocultaba la realidad. Sin embargo, seguiría volviendo a ella, una y otra vez.
En ocasiones la imagina sirena. Malvada y peligrosa, le manipula y le atrapa, le envuelve en su poder. Le quiere comer. Otras veces sólo la ve como una ninfa. Demasiado bella y dulce para este mundo. Demasiado mágica.
Y es entonces cuando repara en que tan sólo se trata de un fantasma.
Resbala. Rueda, dibuja y sigue. Una senda escarlata recorre su cuerpo. Desnuda, a la luz de la noche, le parece aún más bella. Una mano blanca atrapa esa prófuga de su corazón. Con delicadeza, desliza el dedo hasta su boca y prueba su propia sangre. Sonríe. Toda su piel brilla bajo la luna. Una estrella en medio de la oscuridad que los envuelve a ambos.
Se despereza, arrugando las sábanas de una cama ya deshecha. Él la contempla, sentado junto a la ventana. Una ciudad ajena se desdibuja tras su extraña figura. Sus dedos, únicos delatores de la ansiedad que le consume, se pierden un instante entre su pelo. Suspira y hunde la cabeza entre las manos.
- ¿Qué te pasa?- pregunta desde la cama.
- Estás muerta.
Se revuelve un momento antes de contestar. Su melena castaña no puede ocultar una sonrisa.
- ¿Y cuándo ha sido eso un problema?